Lo celebraron por lo civil, en una ceremonia íntima en el ayuntamiento de Palma. Posteriormente el almuerzo y fiesta tuvo lugar en una sencilla y rústica finca donde se divirtieron tanto adultos como niños, pues para los novios era muy importante que la boda tuviera un espacio infantil decorado con tipis, cuentos, pinturitas, juguetes y varias monitoras que se encargaran de los pequeños mientras los papis disfrutaban al máximo.
La decoración fue minimalista, adaptada a la finca: la piedra, el campo, el estilo slow que tanto caracteriza a la isla de Mallorca. Mesas imperiales vestidas de blanco con el toque de la rafia, el olivo y la cálida luz de las velas.
No faltó el stand de cervecitas (como en su primera cita), la música en directo durante el aperitivo, los detalles personalizados para los invitados: los novios regalaron unas botellas de vino de la bodega Can Majoral (Algaida) que etiquetaron ellos mismos con una etiqueta personalizada y diseñada por una amiga. Y para continuar la fiesta una foodtruck ofreció el resopón donde los invitados pudieron cenar en la zona chill out bajo las estrellas.